Agua, un bien de valor incalculable
Año 2500. Los casquetes polares se han derretido completamente. El nivel del mar ha subido más de 7,5 km y cubre la mayor parte del planeta. El agua dulce es un bien escaso. Este es el argumento de Waterworld, una película que en 1995 fue la producción más cara hasta la fecha, pero un fracaso de crítica y público. Sin embargo, creo que sirve para reflexionar sobre uno de los objetivos de desarrollo sostenible de la Organización de las Naciones Unidas, concretamente: garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
En esta película, Kevin Costner tiene que ingeniárselas para conseguir agua potable, y aunque desde un punto de vista cosmopolita basta con girar una llave para acceder al líquido elemento, en el mundo hay 2200 millones de personas que no cuentan con servicios básicos de agua potable. Nuestro planeta está compuesto por un 70% de agua, pero solo el 3.5% es dulce y, de esta cantidad, solo el 0.025 es apta para el consumo.
Wall Street ya tenía tiburones. Ahora, llega el agua.
No hay duda de que el agua es un bien muy preciado, y si no que se lo pregunten a los inversionistas de Wall Street, porque desde el 7 de diciembre de 2020 el agua de California cotiza en bolsa. El índice Nasdaq Veles California indica el precio del agua en el momento actual. Para algunos, esta es una buena noticia, porque permite realizar una gestión más eficiente de este recurso. Para otros, se trata de un disparate que impulsará la especulación con uno de los bienes más valiosos.
Y es que llegar a casa y darte un buen baño es un lujo que, en muchos casos, no valoramos lo suficiente. Según la ONU, aunque hay suficiente agua para cubrir las necesidades de toda la población mundial, el problema es su distribución. Una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable. Es más, 263 millones de personas deben caminar un mínimo de 30 minutos para acceder a agua de una fuente segura.
Cada gota cuenta.
En México tenemos el 0.1% del total de agua dulce disponible a nivel mundial, lo que provoca que un porcentaje importante de nuestro territorio se considere zona semidesértica. De hecho, 41 millones de mexicanos no cuentan con agua potable en su hogar diariamente. Este problema se observa de forma más clara en la población indígena, porque un 60% tiene dificultades para acceder a una fuente de agua segura. Paradójicamente, esta población demuestra un respeto por los recursos naturales y unas prácticas sostenibles que garantizan la calidad del agua. En las montañas, los sistemas creados por estos pueblos preservan el agua para el consumo y la agricultura, es decir, los indígenas cuidan el agua que llega a las ciudades, pero nosotros se la devolvemos contaminada.
Algunas de las consecuencias de nuestros hábitos, como el calentamiento global, la deforestación o la contaminación nos auguran un futuro poco alentador: la mitad de los habitantes del planeta vivirá en zonas con escasez de agua en 2025.
Conscientes de este gran problema, en Aston invertimos en proyectos para garantizar la calidad del agua, favorecer una distribución equitativa y contribuir al desarrollo de la población local. Y es que estamos hablando de un bien de valor incalculable, porque podemos vivir sin oro o petróleo, pero no podemos vivir sin agua.
Después de todo, quizá Waterworld sea una película infravalorada.