Los productos orgánicos son sostenibles, hasta que dejan de serlo.

Cada vez más los supermercados se llenan con productos en cuyas etiquetas podemos leer palabras como: “eco”, “bio” u “orgánico”; y pese a estar familiarizados con estas palabras, tendemos a usarlas como sinónimos sin apreciar correctamente las diferencias que existen entre ellas.

¿Alguna vez has comprado un producto orgánico pensando que este era sostenible? Yo sí.

Debido a mi trabajo, son muchas las veces que hago la compra con prisa, por lo que no me paro a leer todas las etiquetas. Intento llevar una dieta equilibrada, en la que priman las verduras y hortalizas. Por ello, como todas las semanas, compré tomates, unos tomates en cuya etiqueta se leía la palabra orgánico, y sin pensarlo mucho los metí en mi bolsa.

Sin embargo, no fue hasta que llegué a la casa cuando me di cuenta de que los tomates venían importados de Alemania.

¡De Alemania! ¿Qué cantidad de kilómetros innecesarios ha tenido que recorrer este producto para llegar al estante de mi supermercado?, pensé mientras me daba cuenta de que no era para nada un producto sostenible.

Y es que si bien distintos estudios afirman que la agricultura orgánica promueve el desarrollo rural, debemos de tener en cuenta que estos productos no son siempre sostenibles con el medio ambiente.

Por ello, es importante que diferenciemos con claridad lo que hay detrás de cada una de estas palabras, para que realmente seamos conscientes de lo que estamos comprando.

Son considerados productos “bio” aquellos que no contienen ningún componente alterado genéticamente.

Cuando un alimento se considera orgánico se debe a que no se ha desarrollado ninguna intervención química; sin embargo, no todos los alimentos orgánicos son biológicos. Esto se debe a que, pese a no contener químicos, puede estar elaborado con productos que hayan sido manipulados genéticamente, como las uvas del vino.

Por último, los alimentos “eco” son aquellos que siguen su etapa de crecimiento sin intervención artificial; esto incluye pesticidas, conservantes, abono.

Si algo saco en claro tras esta experiencia, aparte de empezar a conocer lo que realmente conllevan estas tres abreviaturas, es que empezaré a hacer la compra con más tiempo: se acabó el meter productos con prisas en mi bolsa.

-Manuel Barreiro Castañeda-